No me había decidido a escribir esta entrada pues tenía los pensamientos hechos nudo y mis sentimientos atragantados en el gañote, pero en fin, a ver qué pasa.
Este pasado 15 de diciembre mi tía Rosaura falleció de Covid-19 complicado con otras dolencias previas que hacían de su salud algo muy precario, así que su cuerpo no pudo soportarlo.
Para mí, su fallecimiento fue sorpresivo aunque de alguna manera esperado porque en el fondo yo sabía que en uno de esos frecuentes pasos por el hospital algo muy malo podría sucederle y más aún en medio de esta terrible pandemia que flagela al mundo.
Ella dejó un enorme hueco en la familia Macías. Siempre fue el pilar y el aglutinante en los eventos sociales y familiares; pronta para respingar, regañar y corregir pero también presta para tender la mano a cualquiera que la necesitase, yo incluso.
Hace alrededor de cinco años que con gran pesar nos cedió a Frida, de la que ya he hablado antes. Su enfermedad le hacía imposible cuidarla más así que nosotros fuimos los elegidos para enamorarnos de esa adorable berrinchuda.
Seguido pasaba para ver cómo estaba la nena y aunque era casi imposible encontrar un lugar donde estacionarse, cuando lo hacía subía con gran dolor y esfuerzo pero con mucho entusiasmo al segundo piso donde nos encontramos. Sus ojos se iluminaban de tal modo al ver a Frida que iluminaban mi corazón. Y aún así tenían un aire de melancolía al saber que la visita sería breve.
Cada vez que se iba me rompía el corazón sabiendo que al llegar a su propia casa le esperaba otro tramo igual o peor que tendría que subir sola y con gran penuria.
Era fuerte de carácter, sí, pero su determinación hacía que las cosas se hicieran. Siempre pendiente de todos e hilarantemente metiche con su consabido "¿...Yo qué?".
Te quise mucho y nunca te lo dije pero intuyo que siempre lo supiste. Te voy a extrañar siempre, a ti y a Frida, que donde estén, me consuela saber que ahora sí están juntas.
Recibe un beso donde quiera que estés.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario