miércoles, 29 de agosto de 2018

Consecuencias

Faltan unas cuantas horas para que el doctor me reciba y por fin dé un diagnóstico a esta horrenda enfermedad que tantas lágrimas de dolor me ha arrancado.

Antes, quiero expresar algunas impresiones que este padecimiento me ha dejado:

Al principio sufrí lo indecible: fui presa de convulsiones, fiebre y desvaríos. Inicié una lastimosa recuperación, mis extremidades no me sostenían y luego de haber pasado más de dos semanas sin comer, la gastritis hizo su aparición.

Comenzaron los escalofríos y los dolores en las extremidades. Estos eran tan atroces que llegué a no poder dormir durante una semana pues el dolor era insoportable. Nunca un doctor fue a verme; nunca un consuelo o una sonrisa de empatía.

Creían que yo fingía y eso explicaría el porqué nunca nadie fue a atenderme. Últimamente he recuperado casi la totalidad de mis funciones pero el dolor nunca se va; es constante e insidioso y solo con grandes dosis de Tramadol  puedo dormir.

La indiferencia siempre está presente. Cada vez que le comento a mi madre sobre mis dolores, ella actúa de dos formas posibles: o finge no escucharme y me ignora o me interrumpe con anécdotas de sus propios dolores. A pesar de las recetas de mi doctora previa, nunca se mostró convencida de mi enfermedad. Espero que ahora sí me crean y mínimo pueda yo recibir un poquito de empatía de parte de mi familia.

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