Durante diez breves años alejaste de mi corazón las sombras de la soledad. En tan sólo diez años te convertiste en mi única amiga y confidente. Tu serena belleza calmó mis iras y mil veces secaste las lágrimas de mis ojos.
Siempre estuviste a mi lado y siempre reprochaste mis ausencias. Eras presta para recibirme y lenta para reñirme, y tu constante maullar me recordó que no estaba solo y que nunca más lo estaría.
Durante largas horas me perdí el la magnífica profundidad de tus ojos y envuelto en ensoñaciones viajé a mundos distantes llenos de paz, música y alegría, en donde siempre estabas a mi lado. Ese lazo que compartimos desde el principio en que nuestros destinos se cruzaron, creció tan fuerte y sólido gracias a tu paciente ternura, a nuestras cómplices alegrías y a nuestras soledades hechas una.
Ahora que te has ido no puedo seguirte.
A donde vas no hay retorno.
Dejas en mi corazón el consuelo de miles de alegrías, miles de sueños compartidos.
Vivirás en mís recuerdos.
Para siempre: te quiero.
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